Zhivka Baltadzhieva

Entrevisto a la poeta hispano-búlgara Zhivka Baltadzhieva

Zhivka Baltadzhieva (nacida en Sofía, Bulgaria el 23 de septiembre de 1947) es poeta, traductora, doctora en filología eslava y lingüística indoeuropea… Ha sido galardonada con el Premio Nacional de Traducción en 2008 por “Espacios” de Blaga Dimitrova, así como con el Premio Nacional Nacional Lengua Materna, el Premio Nacional al Mejor Primer Poemario, el Premio Nacional Dimcho Debelianov… y en 2012 The International Poetry Translation and Research Center la nombra Mejor Poeta del Año. En 2015 recibe en Madrid (ciudad en la que lleva viviendo más de 30 años) la distinción del Fondo Poético Internacional: Poetas de Otros Mundos. Ha publicado recientemente en España los poemarios “Fuga a lo Real” y “GenES”… Y, con motivo de su 70 cumpleaños, se me ha encomendado a mí, su nieto, llevar a cabo la entrevista de retrospectiva a todos esos años. La entrevista original, publicada en búlgaro, salió en el número de este mes de septiembre de 2017 del periódico “Nova Duma”. Debido a su gran acogida por la comunidad periodística en Bulgaria, me lanzo a publicarla aquí también en español.

Zhivka, naciste en Bulgaria en 1947, hace exactamente 70 años. Naciste en una época de cambio profundo, tanto en aquel país como en toda Europa y gran parte del mundo. ¿Cómo fue tu infancia? ¿Cómo es crecer en la Bulgaria de la posguerra? Y, más aún, ¿cómo es ser una niña que sueña con ser poeta en aquellos años grises?

Bueno, yo entonces no me daba cuenta de que era una época de cambio profundo. En mis primeros años de vida creo que estaba sobre todo únicamente con mi madre y cuando ella trabajaba yo estaba en un jardín de infancia. No recuerdo muchas cosas de esa época porque era todo tan monótono excepto que la profesora ahí me tenía un gran cariño. No estaba mi padre en mi vida en los primeros años. Le conocí realmente cuando tenía cinco años porque él estaba en la cárcel y después en un campo de concentración. Salió del campo varios meses después de la muerte de Stalin.

Realmente todo era gris, hasta tal punto que ni siquiera se podría ver un cuadro de colores. Normalmente no había radio en las casas privadas… En las calles había unos amplificadores que empezaban a emitir desde las seis de la mañana y terminaban a las nueve o a las diez, no lo recuerdo exactamente. Entre las noticias, las declaraciones y los decretos sonaban canciones rusas, búlgaras, música clásica, también música china. La ópera “El Río Amarillo” (se ríe al recordar)… La bailé tantas veces… Lo más hermoso en mis primeros años era cuando por la noche volvía mi madre, me abrazaba y me cantaba y recitaba poemas de los poetas búlgaros que ella amaba, sobre todo los poemas de Botev, así que los aprendí de memoria mucho antes de saber leer. No soñaba con ser poeta. Ni se me pasaba por la cabeza. Simplemente amaba la poesía. Cuando en los veranos me enviaban a casa de mis abuelos maternos y paternos, de día andaba por el patio recitando en voz alta y con extremo dramatismo los poemas de Botev. Supongo que les cansé a todos tanto que mi tía, la hermana menor de mi padre, empezó a llamarme “Botevche”. (Se ríe.)

Háblanos un poco de tu familia. ¿De dónde vienes? ¿Cómo eran tus padres? ¿Tuviste su apoyo en todas tus inclinaciones artísticas?

Mi padre era un escritor que, por las circunstancias de su vida no consiguió publicar cuando era joven. Después del llamado cambio en Bulgaria, publicó una gran parte de lo que había escrito, pero no hubo respuesta por parte de la crítica. Él escribía sobre todo sátira, pero también varias novelas y relatos, cuentos, algunos muy hermosos. Algunas de sus sátiras siguen transmitiéndose de boca en boca, pero como una creación anónima o una creación de otro autor de sátira  muy famoso en Bulgaria. Y mi madre, que era excepcionalmente hermosa, seguro que era la que más sensibilidad y más talento tenía entre nosotros, pero dedico todo su ser a mi padre y a mí. Trabajó como pocos para que pudiéramos sobrevivir. Porque a mi padre, cuando por un tiempo le soltaban de los campos de concentración no siempre le daban un trabajo. Yo no sabía nada de esto, a pesar de que mi madre y mi abuela me llevaron varias veces a verle en los campos de concentración. Me decían que le habían movilizado como reservista del ejército. En Bulgaria no se hablaba ni siquiera en las familias de esas cosas. Nunca se mencionaba que alguien tenía problemas con el régimen. No. Me enteré cuando estaba en el 8º, en la fiesta de fin de curso, de la boca de la directora del colegio. Era brutal.

Mi abuela por línea materna también era una persona muy creativa. Ella se inventó sus propias maneras de mezclar los colores y de extraer pigmentos de plantas, piedras y tierras. Un día por casualidad descubrí fotos de obras suyas: tejidos, bordados… en un libro sobre la historia del textil en Bulgaria. En los archivos de la Radio Nacional Búlgara se conservan varias grabaciones de canciones suyas. Y por línea paterna tengo una larga lista de gente que participó en todas las luchas del pueblo búlgaro, empezando desde los tiempos del yugo otomano. Las familias de Baltadzhiev y de Baramov estaban metidas en muchos de los intentos de liberación. Eran gente culta e insumisa. Mi abuelo Nikola participó en el levantamiento antifascista del año 1923. Y en el año 24, antes de que hubiera nacido mi padre, le sacaron de casa, se lo llevaron y, junto con otras muchas personas, les ametrallaron y los dejaron tirados en el campo. Le encontraron casi muerto unos pastores y le salvaron. Mi padre también vivió sin padre sus primeros años. Es larga historia. Tuve que recopilarla a trocitos a lo largo de los años. Él no contaba. Casi no hablaba con nadie, pero conmigo – sí. Me dejaba contarle mis historias inventadas y mis penas y alegrías reales. Me escuchaba con ternura en la mirada. Me introdujo en la vida de la naturaleza: los nombres de los árboles, las flores, los pájaros, los animales… Un amanecer me llevó a ver como nacía un caballito. Nunca lo voy a olvidar. Le debo mucho a su silencio.

Mis padres, mis abuelos, mi familia siempre me apoyaron. Cada uno a su manera. Mi padre me criticaba mucho. Más tarde me di cuenta que tenía razón en muchas, cosas.

Publicaste tu primer libro de poesía muy joven. ¿Cuándo decidiste que era eso lo que querías hacer? ¿Encontraste apoyo en el mundo literario de aquella época?

Empecé a escribir muy temprano. Creo que fue algo muy espontáneo. Probablemente porque vivía en gran soledad. Mi madre, de pequeña, no me permitía jugar con los niños. Después reconoció que temía que alguien me dijese la verdad sobre dónde  estaba mi padre. ¿Cómo le explicas a una niña que vive en un país donde la manipulación y la propaganda son tan fuertes, que su padre, que está en la cárcel o en un campo de concentración no es un criminal? Pero, sí, ella me apoyaba en todo lo demás. Yo empecé a crearme unos espectáculos… No había ido al teatro nunca, pero eso es lo que hacía. Inventaba varios papeles, los interpretaba a todos. Y, después, cuando aprendí a los cinco años a escribir empecé a escribir cosas pequeñas. Con nueve años, por enchufe, publiqué por primera vez, y además en el periódico de los pioneros porque un primo de mi padre era el director artístico. También tuve el apoyo de mucha gente fuera de la familia que confió en mí a lo largo de toda mi vida. En Bulgaria y aquí. Antes y ahora.

Cuando viniste a España, a mediados de los años ’80, lograste con el tiempo posicionarte aquí también como una figura de relevancia en el terreno de la poesía. ¿Qué supuso para ti, por así decirlo, empezar de nuevo en un país distinto y afrontarlo como lo hiciste a nivel profesional?

Esa es una pregunta muy difícil de contestar para mí. No sé qué conseguí y qué no conseguí. Los primeros cuatro años en España ni siquiera le dije a nadie que escribía, que había publicado libros… nada de eso. En aquella época, tenía un contrato con la editorial de la Unión de Escritores Búlgaros. El libro se titulaba “Poema Ajeno”. Cada año lo dejaban para el siguiente. Me deprimí muchísimo, a pesar de que en aquellos años escribí algunos de los que considero como mis mejores poemas. En verano del año ´92 me fui a Sofia y me encontré por casualidad con el entonces responsable del departamento de poesía en esta editorial. Empezó a hablarme de que no tenían dinero, de que no sé qué… Así que le dije: “Mira, estamos al lado de la editorial. Por favor, vamos, me devuelves mi libro y se acabó.” Fuimos a la editorial, cogí mi libro… Estaba tan furiosa que fui también a otras editoriales donde tenía un libro de Mario Benedetti, otro de Lorca… Cogí esos libros y me los llevé a casa, los dejé sobre la cama y me fui a Sliven, donde estaban mis padres. Cuando volví a Sofia, no solamente no estaban esos libros, sino que no estaba ninguno de los libros que habíamos escrito yo y tu dyado, nada de nuestros archivos, cuadros, la colección de arte africano de mi marido, las cartas, las fotos… hasta las cartillas médicas y los dibujos de nuestras hijas. La puerta no estaba rota, no se habían llevado nada de los muebles, nada de lo que podría interesar a un ladrón, solamente las cosas que formaban parte de nuestra historia. Y decidí que ya no iba a publicar. Trabajé en la Universidad Complutense casi 20 años y no le decía nada a nadie sobre lo que escribía. No lo compartía con nadie. En esa época me atreví a traducir algo (Blaga Dimitrova, Anton Donchev, Nikolay Kantchev) de búlgaro a español y esa fue mi participación en la vida cultural en España. Hasta el 2006. En 2012 se editó aquí “Fuga a lo Real”, en 2014 “Hristo Botev, Poesía” y en 2016 “GenES”.  Eso es todo lo que he hecho, aparte de lo publicado en Bulgaria. No es gran cosa.

Te han sido otorgados varios premios, recientemente publicaste un nuevo libro y participas como invitada en recitales, ferias del libro, festivales, eventos benéficos y antologías poéticas de todo el mundo con tus textos. Si tuvieses que resaltar algo en tu carrera, ¿qué sería?

La palabra carrera no me gusta nada. Nunca he hecho carrera. ¿Qué resaltaría de lo que he hecho en mi vida? Haber conservado la capacidad de amar a los otros y de vivir también con sus alegrías, y sus errores, sus desgracias, compartir.

Llevas viviendo es España más de la mitad de tu vida. A día de hoy, ¿te consideras más española que búlgara?

España es un país que amo profundamente  desde que era una niña. Primero por el Quijote de Cervantes y luego por tantos otros inmensos poetas, pintores, pensadores, que son parte de mi ser más profundo. Me considero una afortunada de poder trabajar y vivir aquí, de compartir inquietudes y visiones con sus poetas y artistas actuales, de poder escribir en el idioma de Lorca y Miguel Hernández. Pero escribo en los dos idiomas simultáneamente. Bulgaria y las palabras de Botev siempre están en mí. Todos los dolores y las pocas alegrías que se viven allí son mías. Pero si ahora estuviera viviendo en Bulgaria estaría España de la misma forma en mí.

¿Se puede hablar de carácter común europeo; se perderá lo nacional dentro del mundo globalizado?

Creo que uno debería sentirse ser humano por encima de todo. Después de tantas migraciones cada uno de nosotros lleva algo de todas partes. Es importante conservar estos detalles. En un mundo globalizado, las características específicas de las etnias y de los idiomas podrían jugar un papel muy importante porque cada lengua a través de la memoria histórica de la que están cargadas las palabras, trae algo nuevo, un matiz diferente. Y migrando de un idioma a otro el pensamiento se enriquece y esclarece. Únicamente podría destruirlos no la globalización como tal, sino el afán de aquellos que quieren convertir este proceso en un dócil sirviente de sus propios intereses.

Desde años vivimos juntos en un piso alquilado en el centro de Madrid, entre gran cantidad de libros, cuadros, objetos de arte de todo tipo de culturas… mi madre (tu hija menor): actriz, guionista, escritora, poeta… mi padre: actor y director de cine, yo: escritor y músico, y vosotros: – dyado, mi abuelo y tú, baba, mi abuela. Nos acompañan siempre las obras de cada uno así como los cuadros de mi tía, Eva, pintora y artista visual que ahora mismo vive en Nueva York. ¿Qué recuerdas de mis primeros años? ¿Apoyaste desde el principio mi desarrollo como escritor, poeta, músico? ¿Qué significo para ti?

¿Cómo que qué recuerdo? Todo. Cuántas veces te dormí en mis brazos, cuántos cuentos te conté, cuántas canciones! Siempre pedías más y más. Te tenían hechizado las historias de Italo Calvino y Gianni Rodari. Tenías un sentido sorprendente de lo cómico. Eras todo ternura, energía y curiosidad insaciable. Y querías hacerlo todo, todo. Desde hacer música, hasta cocinar y ser campeón de judo. Siempre cuando hablamos surgen en mí las imágenes de nuestras vacaciones de verano en el mar. Los  dos solos. Eras tan pequeño, intentabas nadar y yo te llamaba mi delfín. Y nuestros viajes a Bulgaria…

Siempre quise apoyarte en aquello que realmente deseabas. Simplemente veía tus impulsos e intentaba hacer algo para que  si deseabas aprender tocar el violín, por ejemplo, podrías hacerlo. Me hacía feliz ver que no eran caprichos, sino una necesidad espontanea de expresarte. Me hacía feliz ver que eras bondadoso, que no temías en los juegos en la plaza los niños más débiles. Me hizo feliz tu primer poema que me regalaste en un cumpleaños lejano. Decía: “En el sueño/ me conecto a otros/ y todos los sueños del mundo/ son míos.” Creo que lo sentías.

¿Notas en mi algo específico transmitido por ti? Soy español, pero el búlgaro en mí no está escondido. ¿Es bueno o malo ser un mestizo, como lo llamaría alguna gente? Hasta cierto punto tú también eres una mezcla de culturas, ¿o no?

Me he fijado mucho más en lo que es específicamente tuyo. Pero algo de mí sí que tienes. Esta pregunta deberías invertirla y contestarla tú mismo. A ver qué resultará.

Y lo de ser español y búlgaro, ser mestizo, qué puedo decirte. Somos mestizos todos desde hace miles de años, hijos de una cultura mestiza, de un ser nómada que piensa migrar ya a otros planetas, de estrellas lejanas. Tú mismo, un tiempo, querías ser astronauta… ¿Te acuerdas? Te apuntaste a una página de NASA… La patria es lo que amamos.

¿Te atreves a dar consejos a los búlgaros que viven en España? ¿Y a los hijos de padres de las dos nacionalidades, española y búlgara?

No me atrevo mucho a aconsejar. Solo he insistido en unas pocas cosas: cuidar y transmitir el idioma materno, el idioma natal. Hacer que los niños aprendan de memoria poemas y canciones. Son bálsamo y acelerador para la mente y la capacidad de sentir y compartir la vida.

En el mundo de hoy, con el teléfono móvil siempre presente y pegado a la mano, ¿Cuál crees tú que puede ser el futuro de la cultura tradicional – libros, pintura, música, charlas… etc? Mi opinión, por supuesto, la conoces, y creo que estaremos de acuerdo en la respuesta…

Desde el Gilgamesh escrito en tablillas de arcilla ya tantas veces el libro ha cambiado de formato y no temo que vaya a desaparecer. Después del invento de la imprenta las estampas no aniquilaron la pintura. Todo lo contrario. Los instrumentos electrónicos no impiden que hoy día más que nunca se escuche y ame la música de Bach… Nos gusta vivir muchas vidas y todo arte nos ofrece este regalo. No desaparecerá. Hará que el teléfono móvil deje de ser una distracción fácil y banal. Eso espero. Y eres tú y tu generación lo que me hace creerlo.

Para concluir: ¿En tus setenta años de vida, para ti qué ha sido lo más importante que has hecho?

Como dije antes: conservar la capacidad de amar en cualquier circunstancia y compartir con el otro lo bueno y lo malo.

 

Esta entrevista aparece también en búlgaro en el periódico “Nova Duma”, para búlgaros en España, en el número de septiembre de 2017.

Daniel Rabal Davidov

Daniel Rabal Davidov (Madrid, 1998) es escritor, poeta y músico, entre otras cosas. A sus 20 años ya ha publicado tres libros: dos novelas (“Las Brillantes Luces de la Ciudad”, Amargord Ediciones 2016 y “CUERVOS”, Amargord Ediciones 2018) y un poemario (“Cánticos Revolucionarios”, Amargord Ediciones, 2017). Es compositor, cantante y guitarrista de “Wild Rain” y estudiante del Grado en Lenguas Modernas y sus Literaturas en la Universidad Complutense de Madrid. Es editor de la sección en español de Katoikos.eu y también edita la revista de creación literaria “La Disidencia Cultural”. Habla 5 idiomas y escribe en dos: español e inglés. Su motor es lograr un avance en la sociedad a través del arte, la cultura y el sentimiento.

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